Texto: Marcos 14:1–52 Introducción : La lealtad en cualquier relación es muy importante y lo es más aún en una relación íntima y espiritual. Cristo tenía centenares de discípulos, pero sólo doce apóstoles. Judas era uno de los doce. Había andado con el Señor por 3 años, 1. había escuchado sus enseñanzas, 2. había recibido la explicación de las parábolas, 3. era el tesorero, lo que implica que se había depositado mucha confianza en él. 4. Pero su fama más grande es la infamia. Fue el que traicionó a nuestro Señor Jesucristo. · Sus enemigos procuran matarle el día miércoles 14:1–2 Después de aquel largo día dedicado a la enseñanza, los principales sacerdotes y los escribas buscaban como prenderle con engaño y matarle. Solo faltaban dos días para la fiesta de los panes sin levadura, y decidieron no hacerlo durante la fiesta para evitar que el pueblo se agitara. Es evidente que los versículos 10–11 siguen este evento cronológicamente. · El Señor es ungido por María 14:3–9 (ver también Juan 12:1). Marcos cuenta que Jesús fue invitado a un banquete en casa de Simón el leproso. A simple vista pareciera que dice que este evento sucedió dos días antes de la fiesta. Pero Juan dice que sucedió seis días antes de ella (Juan 12:1). El evento principal que Marcos quiere comentar aquí es el deseo de los religiosos de matar a Jesús. En el v. 3 parece que deja de seguir una cronología literal y hace referencia a un evento que ya había sucedido unos cuatro días antes.
Es un incidente bello que contrasta con la acción de Judas. Estando sentado a la mesa, vino una mujer, identificada por Juan como María hermana de Lázaro (Juan 12:3) y le ungió la cabeza con un perfume de nardo puro de gran precio (Marcos 14:1–3). Juan identifica a Judas (Juan 12:4–6) como el murmurador que dijo que el perfume se debió haber vendido mejor al precio de trescientos denarios y haberse dado a los pobres. Su precio equivalía al valor del salario anual de un jornalero. Judas dijo eso, no porque se preocupara de los pobres, sino porque era ladrón y siendo tesorero, sustraía de lo que se echaba en la bolsa. El Señor replicó: “Dejadla; ¿por qué la molestáis? Buena obra me ha hecho” (14:6). “SIEMPRE TENDRÉIS A LOS POBRES …,PERO A MÍ NO SIEMPRE ME TENDRÉIS” (14:7) Cristo dijo que ella había hecho eso en preparación de su sepultura, y agregó que dondequiera qua se predicara el evangelio, se contaría lo que ella había hecho para recordarla (14:8–9). · Judas hace un convenio para entregarlo 14:10–11 1. Judas salió de allí y fue a los principales sacerdotes para ofrecerles que lo entregaría. 2. Ellos se alegraron porque buscaban como matarlo, y prometieron darle dinero. Mateo dice que le asignaron treinta piezas de plata (Mateo 26:15). De allí en adelante, Judas buscaba la oportunidad para entregarle (14:10–11). Satanás entró en su corazón (Lucas 22:3). La muerte de Jesús era necesaria (Apocalipsis 13:8), pero Judas carga la culpabilidad de su acción al traicionarle (Marcos 14:21). · Dos discípulos preparan la pascua el día jueves 14:12–16 El primer día de la fiesta de los panes sin levadura, sus discípulos le preguntaron dónde quería que comieran la pascua. El envió a dos de ellos a la ciudad diciéndoles que saldría a su encuentro un hombre cargando un cántaro de agua. Habían de seguirlo a donde entrara. Les indicó que le preguntaran en nombre del Maestro: “¿Dónde está el aposento donde he de comer la pascua con mis discípulos?” (14:14) El hombre les mostraría un gran aposento alto ya dispuesto. Allí habían de preparar la pascua para él y sus discípulos (14:15–16). · Jesús celebra la pascua el día viernes y anuncia la traición 14:17–21 Al llegar la noche, vino con los doce, se sentaron a la mesa y comieron. Era el principio del día viernes para los judíos ya que su día comenzaba a la puesta del sol. Sería un día muy largo para el Señor. Comenzó con la celebración de la pascua, y terminó con su sepultura. Mientras comía con ellos, hizo el anuncio de que uno de ellos lo entregaría (14:17–18). Sus palabras les impactaron, y comenzaron a preguntarle: “¿Seré yo?” El no identificó al traidor, pero les dio una clave al decir: “Es uno de los doce, el que moja conmigo en el plato” (14:20). “A LA VERDAD EL HIJO DEL HOMBRE VA, …MAS ¡AY DE AQUEL HOMBRE POR QUIEN EL HIJO DEL HOMBRE ES ENTREGADO!” (14:21) · Jesús instituye la santa cena 14:22–25 Mientras comían, Jesús instituyó la cena del Señor o la santa cena. (14:23). Después agregó estas palabras: “Esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada. De cierto os digo que no beberé más del fruto de la vid, hasta aquel día en que lo beba nuevo en el reino de Dios” (14:24–25). Cristo volverá a beber la copa con sus seguidores en el milenio (Isaías 65:17–25 y Apocalipsis 20:4–6). La copa, símbolo de la sangre de Cristo, representa el nuevo pacto (14:24). Tal como el pacto mosaico fue ratificado con sangre (Hebreos 9:15–21), el nuevo pacto se inauguró con la sangre bendita de nuestro Señor Jesucristo que fue derramada en la cruz (Hebreos 9:22–26). “ASÍ, PUES, TODAS LAS VECES QUE COMIEREIS ESTE PAN, Y BEBIEREIS ESTA COPA, LA MUERTE DEL SEÑOR ANUNCIÁIS HASTA QUE ÉL VENGA” (1 CORINTIOS 11:26) El Señor anuncia la negación de Pedro 14:26–31 1. Después de cantar el himno (probablemente Salmos 115–118), salieron al monte de los Olivos. 2. Es interesante que el Señor cantara Salmos 118 antes de llegar al lugar donde sería entregado. 3. Este salmo incluye una referencia a él como la piedra desechada por los hombres (Salmos 118:22). En el camino, Cristo anunció que él sería herido y todos se escandalizarían de él esa noche (14:26–27). También les dijo que después de su resurrección, iría delante de ellos a Galilea (14:28). Pedro le dijo que aunque todos se escandalizaran de él, él no lo haría. En ese contexto, el Señor hizo el triste anuncio de que Pedro le negaría tres veces esa noche antes de cantar el gallo dos veces. Pedro insistió en que si le fuera necesario morir con él, no lo negaría. Así decían todos (14:29–31). Jesús paadeceen oración en Getsemaní 14:32–42 El Señor llegó con sus discípulos a Getsemaní, y les dijo que se sentaran allí, entre tanto que él oraba. “Tomó consigo a Pedro, a Jacobo y a Juan, y comenzó a entristecerse y a angustiarse” (14:33). Les dejó a ellos y pasó un poco más adelante. Postrado en tierra, pidió que si fuese posible, pasase de él aquella hora. Oraba así: “ABBA, PADRE, TODAS LAS COSAS SON POSIBLES PARA TI, APARTA DE MÍ ESTA COPA; MAS NO LO QUE YO QUIERO, SINO LO QUE TÚ” (14:36) El término “abba” era usado por los niños judíos para dirigirse a sus padres. No para dirigirse a Dios, porque se consideraba irreverente. Es posible que Cristo lo usara en sus momentos íntimos con su Padre como una demostración de la comunión perfecta que hay entre ambos. Para entender esta oración hay que recordar que se aproximaba su muerte y él lo sabía perfectamente bien. El mismo la había anunciado varias veces a sus discípulos. No suplicaba al Padre que le evitara ir a la cruz porque a eso había venido (Juan 12:27). Dos opiniones son razonables. Al morir en la cruz él fue hecho pecado por nosotros (2 Corintios 5:21). Siendo que Dios es de ojos tan puros que no puede tolerar el mal (Habacuc 1:13), volvió la espalda a su bendito Hijo, cuando éste fue hecho pecado por nosotros. Es posible que la súplica de apartar de él esa copa se refería a la separación momentánea de la comunión con su Padre en la hora de su muerte. Otra teoría es que pedía ser librado del poder de la muerte después de su crucifixión. La paga del pecado es muerte espiritual en el sentido de separación eterna de Dios. Siendo que Cristo tomó nuestro lugar, el Padre hubiera sido justo en sentenciarle a la separación eterna de su presencia. Esto era lo que él pedía que no sucediera, y “fue oído a causa de su temor reverente” (Hebreos 5:7). Esa frase evidentemente se refiere a su sumisión a la voluntad del Padre en su plegaria en Getsemaní. Según el texto citado de Hebreos, él dirigió su petición “al que le podía librar de la muerte”. Al salir de la tumba, venció a muerte, y después de la ascensión le fue restaurada la gloria que había disfrutado con el Padre antes de su encarnación. Al terminar, volvió a los discípulos, y los halló durmiendo por lo que reconvino a Pedro: “Simón, ¿duermes? ¿No has podido velar una hora?” (14:37) “VELAD Y ORAD, PARA QUE NO ENTRÉIS EN TENTACIÓN; EL ESPÍRITU A LA VERDAD ESTÁ DISPUESTO, PERO LA CARNE ES DÉBIL” (14:38) Esto se repitió tres veces. Tres veces descuidó Pedro orar y velar. Tres veces negaría al Señor. Su negligencia espiritual en esa hora crucial es una enorme advertencia para nosotros los creyentes. Todos tenemos nuestras flaquezas, pero no hay que dejarnos controlar por ellas. Por último, dijo: “Dormid ya, y descansad. Basta, la hora ha venido; he aquí el Hijo del Hombre es entregado en manes de los pecadores. Levantaos, vamos; he aquí, se acerca el que me entrega” (14:41b–42). Judas entrega al Señor 14:43–52 Mientras hablaba todavía, vino Judas acompañado de mucha gente con espadas y palos. Los que cargaban armas eran oficiales. Lucas dice que eran “los jefes de la guardia del templo” (Lucas 22:52) y Juan menciona “la compañía de soldados” (Juan 18:12). Es probable que los líderes religiosos usaran a personas armadas para controlar a la multitud en caso de que hubiese problemas para prender a Jesús. Esa cobarde acción se llevó a cabo por órdenes de los principales sacerdotes, de los escribas y de los ancianos. Judas les había dado señal para poder identificar al Señor fácilmente. Habían de prender y llevar con seguridad al que él besara. Al llegar a Getsemaní, se acercó luego a Cristo, diciendo: “Maestro, Maestro. Y le besó. Entonces ellos le echaron mano, y le prendieron” (14:45b–46). Uno de los que estaban allí sacó su espada y cortó la oreja del siervo del sumo sacerdote (14:47). Juan lo identifica como Pedro y dice que fue la oreja derecha la que cortó. Juan agrega que Cristo reprendió a Pedro con estas palabras: “METE TU ESPADA EN LA VAINA; LA COPA QUE EL PADRE ME HA DADO, ¿NO LA HE DE BEBER?” (JUAN 18:11) Mateo incluye otro detalle muy significativo. Nuestro Señor indicó a Pedro que si hubiera pedido ayuda a su Padre, le habría enviado doce legiones de ángeles (Mateo 26:53). El número de soldados quo pertenecían a una legión de soldados romanos variaba entre 3,000 a 6,000 hombres, El mensaje es claro. No era necesario defenderle con armas. Para padecer esa hora es que había venido. Era necesario beber la copa que el Padre le había dado. La acción de Pedro es evidencia de que los discípulos todavía no comprendían las verdades relacionadas con su muerte. Jesús dijo a la multitud que le sorprendía el hecho de que viniesen ahora con espadas y palos para prenderle cuando siempre había estado en medio de ellos enseñando en el templo y no le habían prendido. Pero agregó que su acción era necesaria para que se cumplieran las Escrituras (14:48–49), una referencia a todos los pasajes bíblicos que hablan de su muerte. Al suceder estos eventos, todos los discípulos le abandonaron (14:50) en cumplimiento de lo que él había profetizado (14:27). Marcos añade algo aquí que se encuentra únicamente en el evangeio que lleva su nombre. Dice que un joven cubierto de una sábana le seguía. Fue prendido por algunos de la multitud, y dejando la sábana, huyó desnudo (14:51–52). Se cree que el joven era Marcos. La manera en que se refiere a sí mismo en forma incógnita es similar al estilo de Juan (Juan 13:23 y 21:20). Jesucristo es Juzgado Marcos 14:53–15:20 Es vergonzoso ser llevado ante los tribunales. Pero es aun más doloroso cuando uno es obligado a comparecer ante las autoridades acusado falsamente. Así pasó en el caso del juicio de nuestro Señor Jesucristo. El Justo sufrió por los injustos y fue víctima de una tremenda calumnia. Cristo compareció ante dos tribunales, el judío y el romano, y en cada uno su juicio consistió de tres fases. El concilio de los judíos también se llamaba el sanedrín y se componía de setenta y un miembros, incluyendo al sumo sacerdote, los principales sacerdotes, los escribas y los ancianos. El quórum se formaba con veintitrés miembros, pero se supone que la gran mayoría se hizo presente para escuchar las acusaciones en contra de Jesús. Sin embargo, ese órgano no tenía autoridad alguna para dar muerte a nadie (Juan 18:31). El gobernador o procurador romano era el único que tenía ese poder sobre sus súbditos. Por eso era necesario enviar a Jesús ante Poncio Pilato después de que el sanedrín emitiera su veredicto. Marcos cubre el proceso a grandes rasgos y aquí se seguirá su descripción, pero se incluirán referencias de los otros evangelios para presentar un cuadro más detallado. Jesús es llevado ante caifás 14:53–65 En los primeros tres evangelios llamados sinópticos, Jesús es llevado primero ante el sumo sacerdote Caifás, en cuya casa estaban reunidos todos los principales sacerdotes, los escribas y los ancianos (Mateo 26:57, Marcos 14:53 y Lucas 22:54). Juan incluye una audiencia ante el exsumo sacerdote Anás que no se encuentra en los sinópticos, y parece que su relato sucedió con anterioridad: “Y, le llevaron primeramente a Anás; porque era suegro de Caifás, que era sumo sacerdote” (Juan 18:13). Anás no era el sumo sacerdote en aquel entonces, pero ejercía más autoridad práctica que Caifás, que era el titular. El cargo de sumo sacerdote se imponía y quitaba a capricho de los procuradores romanos. Anás mismo había sido nombrado en 7 d.C. y depuesto en 15 d.C. Su poder e influencia permanentes en el sumo sacerdocio en turno son evidentes por el hecho de haber logrado el nombramiento a ese alto cargo de cinco de sus hijos y su yerno, Caifás. No es extraño entonces que Cristo fuera llevado allí primero. Es probable que Anás estuviera presente también en todo el proceso llevado a cabo por el sanedrín. Juan dice que “Anás entonces le envió atado a Caifás” (Juan 18:24). Los eventos de la casa de Caifás sucedieron a eso de las tres a.m. Marcos registra el hecho de que Pedro siguió de lejos al Señor y estaba sentado con los alguaciles en el patio del sumo sacerdote, calentándose al fuego (Marcos 14:54). El proceso en casa de Caifás fue como sigue 1. Sus enemigos buscaban a alguien que testificara contra Jesús, pero sin éxito (14:55). 2. Hubo testigos, pero sus testimonios no concordaban (14:56). Una acusación no era válida a menos que hubiese dos testigos cuyos testimonios coincidieran (Deuteronomio 17:6 y 19:15). 3. Le acusaron de haber dicho que derribaría el templo y lo edificaría en tres días (14:57–58). Esto era falso. Probablemente se referían a lo dicho en Juan 2:19, pero tergiversaron sus palabras y demostraron que no las habían entendido del todo. El hablaba de su muerte y resurrección corporal (Juan 2:20–21). 4. El sumo sacerdote le preguntó: “¿Eres tú el Cristo, el Hijo del Bendito?” (14:61) 5. Jesús contestó: “Yo soy; y veréis al Hijo del Hombre sentado a la diestra del poder de Dios, y viniendo en las nubes del cielo” (14:62). El Señor no vaciló; confesó claramente que era el Cristo. Pero añadió una advertencia al mencionar su lugar exaltado a la diestra del poder de Dios, del cual vendrá en las nubes del cielo. En ese momento, ellos lo estaban juzgando, pero cuando regrese con gloria y poder (13:26), ellos serán juzgados por él. 6. Caifás rasgó su vestidura y dio su fallo, dijo que era culpable de blasfemia. Todos estuvieron de acuerdo y condenaron a Cristo a muerte (14:63–64). Ignoraban quien era Jesús. El no había blasfemado. Era y es el Cristo y es igual a su Padre Dios. Al juzgarlo culpable de blasfemia, reaccionaron de acuerdo con su ley. El sumo sacerdote debía de rasgar su vestidura y debían matar al blasfemo (Levítico 24:16). 7. Realizaron actividades indebidas y denigrantes (14:65). a. Le escupieron. b. Le cubrieron el rostro c. Le dieron puñetazos d. Se burlaron de él diciendo: “Profetiza”. El fallo no era oficial hasta el comienzo del siguiente día. No tenían ningún derecho de castigar a su reo sin pasar por el proceso formal. El escupir en la cara de alguien era un insulto enorme y representaba un repudio total (Números 12:14 y Deuteronomio 25:9). La orden de profetizar con el rostro cubierto era para poner a prueba su afirmación de que era el Mesías (Isaías 11:2–4). Según la interpretación que hacían de ese pasaje, el verdadero Mesías no habría tenido necesidad de ver para saber quién le daba de puñetazos. Pero Cristo no quiso cooperar con ellos aunque sabía perfectamente bien quién le golpeaba. Pedro niega al Señor 14:66–72 Mientras que Pedro estaba en el patio, algunos le reconocieron. Primeramente le preguntó una criada del sumo sacerdote si no era uno de los que habían estado con Jesús el nazareno. Es posible que hiciera referencia al incidente en Getsemaní en que Pedro cortó la oreja del criado del sumo sacerdote. Pedro negó diciendo que no le conocía. En eso, salió a la entrada y un gallo cantó (14:66–68). Después, parece que la misma criada se convenció de que en verdad Pedro era discípulo y comenzó a decir a los que estaban allí: “Este es de ellos” (14:69) pero Pedro volvió a negarlo. Poco después, los otros que estaban reunidos le dijeron que era uno de ellos y que era galileo, porque hablaba como ellos (14:70). Entonces el apóstol comenzó a maldecir y a jurar diciendo que no conocía al hombre de quien hablaban. El gallo cantó la segunda vez, y entonces Pedro se acordó de las palabras del Señor. Reflexionando en esto, lloraba (14:71–72). Lucas dice que el Señor volvió, miró a Pedro, y éste se acordó de lo que le había dicho. También agrega que Pedro lloró amargamente (Lucas 22:61–62). Hay una diferencia muy marcada entre Judas y Pedro. La fe verdadera que Pedro poseía hizo posible su arrepentimiento. La fe que Judas profesaba no era genuina y no provocó en él un verdadero arrepentimiento, sólo remordimiento. “PEDRO … LLORÓ AMARGAMENTE” (LUCAS 22:62) Jesús es llevado ante pilato 15:1–15 Cuando se hizo de día, el concilio se reunió de nuevo para ratificar la decisión tomada en la madrugada. La reunión efectuada en la noche no era legal. Después lo llevaron atado a Pilato (15:1). Hicieron todo eso de prisa, porque por lo general, los juicios legales romanos se llevaban a cabo poco después de salir el sol. Sus enemigos no querían perder la oportunidad de procesarle ese mismo día porque temían la oposición de parte de la gente. Pilato tenía su residencia en Cesarea, pero iba a Jerusalén en ocasiones especiales para ayudar a mantener el orden. Se cree que se hospedaba en el palacio de Herodes. El cargo de gobernador le había sido conferido por Tiberio en el año 26 d.C. y era conocido por su crueldad y porque no existían buenas relaciones entre él y los judíos (Lucas 13:1–2). Las acusaciones de los líderes religiosos se encuentran en Lucas 23:2. Falsamente dijeron que Cristo prohibía dar tributo a César (Marcos 13:17). Le acusaron también de decir que él mismo era el Cristo, un rey. Esta acusación era cierta. Por razones políticas usaron esa afirmación tratando de presentarlo como un sedicioso. Su sentencia a la pena capital por blasfemia no tenía fuerza para Pilato, pero que alguien tratara de competir con César, eso sí le llamó la atención. Marcos no menciona las acusaciones, pero el solo hecho de incluir las preguntas de Pilato implica que tenía conocimiento de los cargos que le hacían (15:2). Pilato le hizo dos preguntas y los principales sacerdotes intervinieron también. El intercambio mencionado en Marcos 15:2–15 resultó así: Pilato:“¿Eres tú el Rey de los judíos?” Jesús:“Tú lo dices”. Los sacerdotes:Le acusaron mucho. Jesús.No respondió nada. Pilato:“¿Nada respondes?” Jesús:No respondió. Pilato:Se maravillaba. Ofrece soltar un preso: “¿Queréis que os suelte al Rey de los judíos?” Los sacerdotes:Incitaron a la multitud a pedir que fuese suelto Barrabás. La multitud:“¡Crucifícale!” Pilato:“¿Qué, pues, queréis que haga del que llamáis Rey de los judíos?” La multitud:“¡Crucifícale!” Pilato:“¿Pues qué mal ha hecho?” La multitud:“¡Crucifícale!” Pilato:Soltó a Barrabás y entregó a Jesús para ser crucificado. El silencio maravilloso del Señor recuerda la profecía de Isaías: “ANGUSTIADO ÉL, Y AFLIGIDO, NO ABRIÓ SU BOCA; COMO CORDERO FUE LLEVADO AL MATADERO; Y COMO OVEJA DELANTE DE SUS TRASQUILADORES, ENMUDECIÓ, Y NO ABRIÓ SU BOCA” (ISAÍAS 53:7). Después de la contestación a la primera pregunta, los principales sacerdotes acusaron a Cristo de alborotar al pueblo, comenzando desde Galilea hasta Jerusalén (Lucas 23:5). Oyendo decir Galilea, Pilato le envió a Herodes. Delante de éste, el Señor no respondió nada. Después de insultarle y maltratarle, Herodes le vistió de una ropa espléndida, y volvió a enviarle a Pilato. La oferta de soltarles un preso era algo que se hacía cada año. Cuando escucharon el ofrecimiento de soltarles al Rey de los judíos, también respondieron: “No tenemos más rey que César” (Juan 19:15c). Pilato quería soltar a Jesús, no habiendo hallado en él ningún delito (Juan 19:4 y 12a), pero al fin cedió a la presión del pueblo cuando le dijeron que debía mantenerse leal a César (Juan 19:12b–16). Entonces soltó a Barrabás, azotó a Jesús, y lo entregó para ser crucificado (15:15). Los romanos azotaban únicamente a los homicidas y traidores. Se hacía con un látigo de tiras de cuero, que tenía fragmentos de hueso o de metal en la punta de cada tira. Desnudaban a la víctima, la amarraban a un poste y la azotaban numerosas veces. En ocasiones, la víctima moría a causa de ellos. Los soldados se burlan de Jesús 15:16–20 Los soldados lo llevaron al pretorio, posiblemente en la torre Antonia, donde las tropas romanas tenían su cuartel. Una compañía estaba formada de aproximadamente 600 hombres. Los soldados que llevaban a Jesús convocaron a toda la compañía (15:16). Parece que todos participaron en la actividad de mofarse del Señor. 1. Le vistieron de púrpura. 2. Le pusieron una corona tejida de espinas. 3. Le saludaban, diciendo: “¡Salve, Rey de los judíos!” 4. Le golpeaban en la cabeza con una caña. 5. Le escupían. 6. Puestos de rodillas, le hacían reverencias. 7. Le despojaron de la prenda de púrpura. 8. Le pusieron sus propios vestidos. 9. Le sacaron para crucificarle. ¡Semejantes burlas al Creador de parte de sus criaturas asombran, repugnan y son una tremenda paradoja! Sólo un Dios de amor, que busca la reconciliación con sus criaturas distanciadas por el pecado, permitiría tal cosa (Juan 3:16 y 2 Corintios 5:18–19). Jesucristo muere crucificado Marcos 15:21–47 Hay varias maneras de ejecutar la pena de muerte. Cualquiera de ellas es vergonzosa y dolorosa. En el tiempo de los romanos, la muerte por crucifixión era el sistema más cruel y se aplicaba únicamente a los homicidas y traidores. Siendo que nuestro Señor Jesucristo había sido sentenciado por sedición, equivalente a traición, le tocaba la muerte por crucifixión. OBLIGARON A SIMÓN DE CIRENE,PADRE DE ALEJANDRO Y RUFO,A LLEVAR LA CRUZ. Los soldados obligaron a Simón de Cirene, que venía del campo, a llevar la cruz (Marcos 15:21). Generalmente la víctima cargaba el madero horizontal y por lo que dice el evangelio de Juan (19:17), Jesús comenzó a llevarlo, pero estaba demasiado agotado por las torturas que había sufrido para poder seguir cargándolo. Cirene era la capital de Cirenaica, situada al norte de África. Allí vivía una colonia grande de judíos (Hechos 2:10). Probablemente Simón había venido de allí para la pascua. Es posible que se hospedara fuera de Jerusalén, y por eso Marcos dice que venía del campo. El verbo “obligaron” indica que él no se ofreció voluntariamente para llevar la cruz, pero ¡que privilegio el suyo! No sabemos si simpatizaba con el Señor, pero hay cierta evidencia de que aquel incidente le impactó en forma inolvidable. Marcos da el nombre de dos de sus hijos, Alejandro y Rufo (15:21) y sólo él los menciona. Es posible que fueran discípulos que vivían en Roma conocidos de Marcos. Pablo envía saludos a Rufo (Romanos 16:13). Tal vez se refiera a la misma persona que llegó a conocer a Cristo por el testimonio de su padre, que presenció de cerca los eventos de la crucifixión. Jesús fue llevado a un lugar llamado Gólgota. Esta es una palabra aramea que significa cráneo. Se ha especulado que el lugar mismo era muy similar a un cráneo o que era un lugar de ejecución donde se había amontonado buena cantidad de cráneos. Se desconoce su ubicación exacta. Le ofrecieron a beber vino mezclado con vinagre, pero el Señor no lo tomó. Dicha bebida se usaba como sedante para apaciguar el dolor, pero él quería encarar la muerte bajo su propio control. LA MUERTE POR CRUCIFIXIÓN ERA LENTA. POR LO GENERAL DURABA 2 O 3 DÍAS, Y LA VÍCTIMA MORÍA DE SED, AGOTAMIENTO Y EXPOSICIÓN A LOS ELEMENTOS. A continuación le crucificaron (15:24a). Se acostumbraba desnudar el cuerpo del condenado, con la excepción de un taparrabo. Después le acostaban en tierra y con los antebrazos extendidos, las manos eran clavadas al madero cruzado; levantaban el madero, lo fijaban a un poste en posición vertical ya colocado en tierra y clavaban ambos pies a él. Una estaquilla era puesta en el poste donde la víctima podía sentarse para permitir que se apoyara el peso de su cuerpo. El proceso duraba por lo general de 2 a 3 días, pero se podía acelerar quebrando las piernas de la víctima (Juan 19:31–33). Habiéndole crucificado, los soldados repartieron sus vestidos entre ellos. Para ello, echaron suertes para decidir la parte que le correspondía a cada cual (15:24b–c). Sin saberlo, estaban cumpliendo con una profecía. “Repartieron entre sí mis vestidos, y sobre mi ropa echaron suertes” (Salmos 22:18). ¡Cuán maravillosas son las sagradas Escrituras! El Señor profetiza una cosa alrededor de mil años antes de suceder, y cuando acontece, se cumple al pie de la letra. ¡Qué prueba de la inspiración divina de la Biblia! Marcos nos da un detalle muy importante al decir que “era la hora tercera cuando le crucificaron (15:25). Los judíos contaban la hora empezando con la salida del sol (aproximadamente las 6 de la mañana). Según nuestro sistema, serían las nueve de la mañana porque hacía tres horas que el sol había salido. El título completo que pusieron sobre su cabeza según Juan fue: “JESÚS NAZARENO, REY DE LOS JUDÍOS” (Mateo 27:37, Marcos 15:26, Lucas 23:38 y Juan 19:19). Era costumbre romana escribir el nombre y el crimen del condenado en una tabla y fijarla a su cruz. Su nombre era Jesús; su crimen fue declararse rey. Según Juan 19:20, el título fue escrito en hebreo, en griego y en latín. Crucificaron a Jesús entre dos ladrones, uno a su derecha y el otro a su izquierda. De esa manera se cumplió otra profecía: “Y fue contado con los inicuos” (15:28 e Isaías 53:12d). “PADRE, PERDÓNALOS, PORQUE NO SABEN LO QUE HACEN” (LUCAS 23:34). La gente se mofaba de él 15:29–32 1. Los que pasaban le injuriaban, meneando la cabeza y diciendo: “¡Bah! tu que derribas el templo de Dios, y en tres días lo reedificas, sálvate a ti mismo, y desciende de la cruz” (15:29b–30) 2. Los principales sacerdotes también lo escarnecían diciendo con los escribas: “A otros salvó, a sí mismo no se puede salvar. El Cristo, Rey de Israel, descienda ahora de la cruz, para que veamos y creamos” (15:31b–32a). 3. También los que fueron crucificados con él le injuriaban. Lucas relata que uno de los ladrones creyó en Cristo (Lucas 23:39–43). El caso del ladrón arrepentido ha dado esperanza a los pecadores a través de los siglos. Aun en la hora de la muerte se puede creer para ser salvo. “HOY ESTARÁS CONMIGO EN EL PARAÍSO”(LUCAS 23:43) “MUJER, HE AHÍ TU HIJO” (JUAN 19:26). Llega la hora de su muerte 15:33–41 Los tres evangelios sinópticos registran que hubo varias horas de tinieblas. Hubo tinieblas sobre toda la tierra desde la hora sexta hasta la hora novena(Mateo 27:45. Marcos 15:33 y Lucas 23:44). Las tinieblas eran una señal del juicio de Dios sobre el pecado de los seres humanos (Isaías 53:5–6). En particular, demostraban la ira de Dios contra Israel por su rechazo de Cristo su Rey, quien también era el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo (Juan 1:29). “DIOS MÍO, DIOS MÍO, ¿POR QUÉ ME HAS DESAMPARADO?” (15:34) A la hora novena, nuestro Señor clamó a gran voz. “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?” (15:34) Esas palabras recuerdan su petición en Getsemaní. Siendo que él fue hecho pecado por nosotros (2 Corintios 5:21), y el Padre es de ojos tan puros que no puede ver la maldad (Habacuc 1:13), volvió las espaldas a su bendito Hijo, por lo que él se sentía desamparado. ¡Alabado sea su nombre que esa situación no duró para siempre! “TENGO SED” (JUAN 19:28) La gente, oyendo sus palabras “Eloi, Eloi, ¿lama sabactani?” en arameo, creyó que llamaba a Elías. Y corrió uno y empapó una esponja en vinagre, y poniéndola en una caña, le dio a beber (15:34–36). “CONSUMADO ES” (JUAN 19:30). A continuación, Jesús, exclamando a gran voz, expiró. La manifestación de semejante fuerza después de seis horas de agotamiento demuestra lo que Cristo dijo acerca de su vida en Juan 10:18: “Nadie me la quita, sino que yo de mí mismo la pongo. Tengo poder para ponerla, y tengo poder para volverla a tomar”. “PADRE, EN TUS MANOS ENCOMIENDO MI ESPÍRITU” (LUCAS 23:46). Al entregarse a sí mismo al Padre, se rasgó en dos el velo del templo de arriba abajo (15:38). Probablemente era el velo que separaba el Lugar Santo del Lugar Santísimo (Hebreos 9:2–3). Tras ese velo entraba únicamente el sumo sacerdote y sólo una vez al año, no sin llevar sangre por sus propios pecados y por los pecados del pueblo (Hebreos 9:6–7). Es evidente que había acceso muy limitado. Al romperse el velo desapareció la barrera que nos impedía entrar en la presencia de Dios, Cada creyente puede llegar todo el tiempo hasta él confiadamente (Hebreos 4:16) y no hay necesidad de los sacrificios continuos. Cristo nos limpió con una sola ofrenda y abrió nuestro acceso al Padre con la misma ofrenda de sí mismo (Hebreos 10:10–12, 19–22). La acción de Jesús de entregar su propia vida dio pie a la siguiente exclamación del centurión que estaba frente a él: “Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios” (15:39). No se sabe si él se daba cuenta del verdadero significado de sus palabras. Lo que sí es muy cierto es que observó acontecimientos muy extraordinarios. Él nunca había presenciado una crucifixión en que el condenado entregara su propia vida. Ni había visto otra muerte acompañada de tinieblas y un terremoto (Mateo 27:54). Es también posible que hubiera oído lo suficiente del evangelio para creer en Cristo. Las palabras que usa Marcos indican que así fue. Su testimonio tiene gran valor porque no era un simple soldado. Era un oficial que tenía bajo su mando a cien soldados. Hubo otros testigos de su muerte. Algunas mujeres, entre las cuales estaban María Magdalena, María la madre de Jacobo el menor y de José y Salomé observaban de lejos. Estas mujeres habían andado con él en Galilea juntamente con muchas otras y le habían servido (15:40–41)
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