No sabemos qué es lo que produjo mayor frustración en los discípulos:
· El hecho de que no habían podido sanar al epiléptico,
· la explicación que Jesús les dio acerca de por qué no pudieron hacerlo.
1) Cuando no podemos hacer lo que Dios dice , comenzamos a tratar de buscar explicaciones lógicas y todos opinan
· Primer error En lugar de encontrar la salida para el muchacho, se habían enredado en una discusión con los fariseos.
· Cuando Jesús llegó, se ocupó del muchacho con una sencillez y autoridad que marcaba un dramático contraste con la inseguridad de los discípulos.
¡De seguro que se sintieron avergonzados por su falta de efectividad y esto los llevó a pedir una explicación!
La verdad es que él no oró ni ayunó en esta ocasión. Simplemente indagó un poco sobre el historial del muchacho y luego expulsó el demonio ,por que el poder ya estaba en el , muchos hoy recién vana ayunar cuando el problema se presenta.
No podemos detenernos para afilar nuestra espada cuando tenemos al enemigo encima nuestro.
2 El momento para orar, en cambio, es antes de la batalla.
Solamente por medio de la oración podrá obtener la sabiduría y la autoridad necesarias para que su ministerio sea efectivo. Seguramente esta es una de las razones por las que Jesús frecuentemente se apartaba a lugares solitarios para orar.
3 Sentidos espirituales agudizados y alertas
· En esta ocasión, Jesús venía del monte de la Transfiguración, donde había participado de una singular experiencia con el Padre. En un sentido, cuando bajó al llano, él ya venía «orado», de modo que cuando se presentó la oportunidad de ministrar, pudo intervenir en forma decisiva.
Conclusion: Esta ha sido, también, la característica de todo ministerio efectivo a lo largo de la historia del pueblo de Dios.
· Quienes han dirigido estos ministerios siempre se han caracterizado por ser personas con vidas de oración bien desarrolladas.
· Así también debe ser entre nosotros. Nuestra labor constantemente nos enfrenta a situaciones ministeriales imprevistas. Muchas de ellas no nos dan tiempo para prepararnos. Más bien, debemos actuar en ese mismo instante. ¡Si aspiramos ver milagros a derrotar al enemigo, debemos mantener siempre afiladas nuestras espadas